Límite Beirut
Fotografía: Marwan Naamani/dpa
La explosión en Beirut se manifestó físicamente a principios de mes, pero el estallido llevaba fraguándose meses ─sino años ─. Ha sido la gota que ha colmado el vaso de la evidente inoperancia de un gobierno protagonista de una corrupción estructural y congénita.
Tras el racionamiento energético impuesto por el gobierno el octubre pasado, el pueblo libanés se hizo fuerte en la calle en la llamada Revolución del Whatsapp, donde se decidió a aplicar un impuesto asociado al uso de esta aplicación por llamadas. Se esquivó el impuesto y se forzó la dimisión del primer ministro Hariri.
Beirut salió a gritar su desesperación. Los precedentes son claros, se ha producido un colapso económico e institucional a partir de diferentes factores como el número de población joven desempleada ─35% ─. En noviembre del año pasado hubo un corralito que trató de evitar la fuga de capitales, la limitación semanal de retirada de efectivo bloqueó las cuentas. La devaluación de la moneda es una constante, donde la inflación es superior al 50% y alcanza el 462% en alimentos y otros bienes y servicios considerados básicos. El déficit público avanza imparable, la deuda pública actualmente es superior al 160% del PIB del país.
Por otro lado, encontramos su situación geopolítica con Israel y Siria. La guerra de Siria ha traído a aproximadamente dos millones de refugiados sirios ─y medio millón de palestinos ─ que constituyen el 20% de la población del Líbano. Ha traído importantes consecuencias en el ámbito económico y social, recrudeciendo la incidencia del paro y dando lugar a tensiones entre locales y refugiados.
El caso de Israel es distinto, pues no mantienen con ellos relaciones diplomáticas. El último enfrentamiento armado entre los dos estados data de 2006, pero la tensión continúa y se ha visto incrementada los últimos años a raíz del muro como frontera que pretende instaurar Israel ─como ya hizo con el West Bank palestino ─, conflictos territoriales y de explotación de recursos naturales y heridas que todavía no están cerradas. Además, recordemos que la guerra civil azotó el país hace escasos años.
Finalmente, 2.700 toneladas de nitrato de amonio confiscadas a un carguero ruso hace seis años, explotaron tras un incendio en un almacén colindante de fuegos artificiales en el puerto de la capital libanesa. Se señala que un informe de seguridad aduanera ya advirtió de la peligrosidad de su almacenamiento y sus condiciones. Y ocurrió lo peor. La devastación arrasó barrios enteros, redujo a polvo y escombros el puerto y a cenizas la vida de la ciudad. A día de hoy, al menos 220 fallecidos, más de 7.000 heridos, más de cien desaparecidos y 300.000 personas desplazadas que han visto evaporarse sus hogares. Además el puerto era la principal entrada del país de mercancías y alimentos básicos como el trigo.
Ni Hezbollah, ni Israel, ni los grupos yihadistas, ni Siria: décadas de corrupción institucional han sido las responsables de destrozar al país. Ahora, acorralado, el gobierno ha dimitido en masa, pero continúa en funciones. Se prevén duras negociaciones para formar gobierno de nuevo en pocas semanas. Sin responder ni actuar debidamente acorde a la gravedad del accidente, ha optado por huir con los bolsillos llenos, dando paso a la incertidumbre y a un halo de esperanza para el Líbano.
Fotografía: Marwan Naamani/dpa
COVID-19
La crisis global que ha arrastrado la pandemia del COVID-19 no es ni mucho menos ajena al Líbano, si bien un agente importantísimo más en el declive del país. Con la situación tras la explosión, se ha dado un repunte de casos positivos: hay casi diez mil contagiados a día de hoy y las defunciones a consecuencia del virus suman más de cien. La coyuntura actual comprende también la destrucción de hospitales y centros de asistencia médica ligados a una falta de medios que, en el traslado de enfermos a otros centros, ha facilitado el contagio del virus. Una gran parte de los nuevos contagios son heridos en hospitales por la explosión, según el Ministerio de Sanidad Libanés. Hamad Hasan, ministro de Sanidad en funciones, ha declarado una cuarentena de dos semanas a partir de ayer viernes día veintiuno. El confinamiento va a ser inmensamente difícil para una gran población que carece de medios y apenas puede garantizar su normal desarrollo.
Entretanto, UNICEF alerta sobre las necesidades y carencias de los niños: más de la mitad de ellos ─se estiman más de 600.000 ─, afectados por la explosión del puerto, tienen o van a madurar algún tipo de trauma a causa de la fatídica experiencia. Se requiere asistencia psicológica inmediata.
El ocaso del Líbano está a la vista, existen demasiados frentes abiertos, hasta algunos museos de Beirut están expuestos al saqueo ya que la detonación se encargó de destruir las puertas y ventanas de los edificios. Pero si algo ha demostrado al mundo el pueblo libanés, es que nunca se da por vencido.